Si la semana pasada hablábamos de la educación de calle como concepto (o de intervención socioeducativa en medio abierto, si queremos darnos aires de tecnicismo en la jerga pseudopedagógica al uso), hoy echaremos un vistazo a algunas experiencias concretas, deteniendo la mirada en los pioneros de la educación de calle en nuestro país.
En
España, la primera experiencia de educación de calle echa a andar
en 1968 en la barriada General Yagüe de Logroño con el movimiento
Pioneros, impulsado por Julián Rezola tras su regreso de París,
adonde había emigrado y donde había conocido asociaciones que
trabajaban con los jóvenes delincuentes y marginados:
“Las
opiniones de los propios educadores de calle (…) consideran que es
a través de la experiencia Pioneros
cuando
por primera vez, se desarrolla una tarea educativa directa, no
institucional, que tiene como contexto natural el medio propio de los
jóvenes marginados e inadaptados, o sea, el barrio, o más
concretamente la calle. La experiencia Pioneros
de hecho genera la profesión de educador de calle”(COLOM:
1987).

Al
poco tiempo, Toni Julià, que se había formado como educador
especializado en Francia (donde ya existía esta figura), crea el
Centro de Formación de Educadores Especializados de Barcelona, que
abre sus puertas en 1970, con la intención de contribuir a la
práctica reflexiva de aquellos profesionales que sin la formación
adecuada, ya se encontraban trabajando en instituciones diversas.
(CERCÓS: 2011) Le dará el relevo como director Faustino Guerau,
quien publica años más tarde la primera reflexión teórica sobre
el educador
de calle, donde
destaca la importancia de la mediación educativa a partir de la los
problemas de la realidad cotidiana: “Las mediaciones son realidades
concretas situadas entre el educador y el educando, que dan
consistencia, objetividad y realismo al diálogo implicado que se
establece entre ambos, en la convivencia cotidiana”.
(GUERAU y TRESCENTS: 1987).
Otras
experiencias surgen a raíz de proyectos de educación compensatoria,
como la de la Asociación Cultural La Kalle (ARQUERO: 1995), que se
inicia en 1984 en el madrileño barrio de Vallecas, con el propósito
de contribuir a la promoción e inserción social de menores en
situación de riesgo social. La práctica desde un proyecto
educativo, y la reflexión sobre dicha práctica, van configurando un
modelo de intervención en marginación juvenil :
A
partir de la experiencia cotidiana: el barrio como recurso
educativo.
La
inserción social como toma de conciencia crítica.
Desde
un enfoque comunitario: con la participación de las personas
interesadas y atendiendo a su ritmo y necesidades.
Este
modelo requiere de unas educadoras y educadores:
conocedores
del barrio
cercanos
a los jóvenes
promotores
del crecimiento personal y grupal de los adolescentes
mediadores
entre los jóvenes y la comunidad
agentes
de sensibilización sobre los problemas de la marginalidad
atentos
a las personas y colectivos más vulnerables
capaces
de trabajar en equipo
en
coordinación con otros profesionales, asociaciones y entidades del
entorno
La
evaluación de proyectos continuados en el tiempo, como los equipos
de educadores de calle de Cáritas en Málaga, permite extraer
conclusiones sobre su eficacia a la hora de prevenir situaciones de
riesgo social en la infancia y adolescencia, y medir sus efectos en
la población destinataria, en términos de:
Activación
de procesos de autonomía personal, mejora de la autoestima y
desarrollo de habilidades sociales
Mejora
del entorno relacional de los jóvenes (con su familia, con el grupo
de iguales, en el barrio) (OÑA: 2011)
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