Quedaron atrás las vacaciones y vino la dura vuelta al trabajo... que lo es más cuando no se tiene. Y mientras prosigue el desmantelamiento del Estado de bienestar y de derecho, en aras de la política de la tijera, podemos mirar hacia otro lado, meter la cabeza bajo tierra como las cigüeñas o más bien salir a la calle a defender lo que tantos años costó conseguir.
Quienes trabajamos en el mundo de lo social, ya sea desde los servicios públicos (seamos funcionarios o no, y muchos no lo somos) o desde la iniciativa social, vemos a diario situaciones sangrantes que no salen en el telediario (y sí en cambio si Ronaldo está triste), contemplamos cómo las clases medias empiezan a acudir con vergüenza a los servicios sociales, y cómo los pobres que ya venían antes son hoy cada vez más pobres, cómo los problemas socioeducativos quedan en un segundo plano ante los problemas de mínimo vital (adónde voy cuando me echen de la casa, de qué van a comer mis hijos cuando agote el paro y aún no haya llegado una Renta Mínima, qué trabajo van a darme con cincuenta años siendo albañil y semianalfabeto...).
No se trata ya -aunque sería legítimo- de defender los propios derechos sociales y laborales, sino de hacer valer los derechos de todos, y muy especialmente de quien más sufre la crisis. Ir más allá del que no me quiten lo mío al defendamos lo nuestro. De ejercer la ciudadanía saliendo a la plaza. Y siendo testigos diarios de la vulneración de derechos esenciales, dar testimonio de ello y exigir otra manera de hacer las cosas.
El próximo sábado 15 de septiembre en Madrid es una buena ocasión para ello:
Yo estaré allí.
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