En el principio fue El Aleph, una asociación de educadores en el barrio de Batán en Madrid.
En 1996 se convirtió en Emes (Empresa Madrileña de Educadores Sociales), una pequeña empresa pronto muy bien valorada por el rigor técnico de sus proyectos y por el cuidado en la atención a las personas, tanto a los ciudadanos usuarios de sus servicios como a los educadores contratados para prestar dichos servicios.
En 2014, y después de hacer lo imposible para capear la crisis en solitario (y quien conoce los sinsabores de contratar con la administración para prestar un servicio público, sabe el ímprobo esfuerzo de dicha tarea), se cierra una etapa y Emes se integra en Grupo 5, con la que ya venía colaborando desde hacía años.
De asociación de barrio a pequeña empresa independiente, y de ahí a formar parte de una gran empresa en expansión.
Da rabia pensar que el pez grande siempre se acaba comiendo al chico, y que en el desértico panorama actual no hay lugar para ciertas especies en peligro de extinción, que contribuyen a enriquecer el frágil ecosistema de la intervención social.
Tiene que ser duro (pienso en Agustín, Merche, Mercedes, Pilar, Cruz, Tano) poner toda tu ilusión, tu esfuerzo... y tus ahorros, y volcarlos en un proyecto que no puede prosperar como habías soñado. Como lo es (y aquí hablo en primera persona) dejar de formar parte de una pequeña entidad de la que los trabajadores nos sentimos orgullosos para ingresar como pieza anónima en el engranaje de una entidad mucho mayor, con mayores oportunidades, justo es reconocerlo, pero donde las formas habrán de ser distintas y las distancias, también mayores.
Parece, sin embargo, que en la actual coyuntura de acoso y derribo al sistema público -con la excusa de la crisis económica- las entidades de lo social (tradicionalmente asociaciones, cooperativas, pequeñas empresas) necesitan unir sus fuerzas para seguir siendo viables, sobrevivir conservando su estilo y sus valores, frente a la despiadada competencia de los "tiburones" que aspiran nada más que a hacerse con su parte en el pastel de los recursos públicos, y que, por la debilidad presupuestaria de la administración, pueden presentarse a los pliegos de condiciones tirando a la baja las ofertas, sin importarles la calidad del servicio a los ciudadanos ni la dignidad en el trato y la remuneración a sus trabajadores.
Parecería que la solución más inteligente, que no indolora, es la fusión o cooperación reforzada entre entidades para alcanzar suficiente músculo financiero y poder competir en una economía de escala, como también se ha hecho en otros sectores productivos.
Así creo que ha sido en el caso de Emes, y así pienso que sería lo más conveniente para otras entidades de su estilo y tamaño.
Y siendo que la energía ni se crea ni se destruye, sino que solamente se transforma, confío en que la energía que sirvió para crear hace años primero una asociación y luego una empresa de educadores sociales, sostenida y apoyada por la energía de quienes han -hemos- sido sus trabajadores a lo largo de estos años, se transforme; y continúe no sólo dando buen servicio a los ciudadanos con más carencias y menos conciencia de sus derechos, sino contribuyendo aún a transformar nuestra sociedad en otra más justa y menos desigual, de la mano de ese gran barco en que se ha convertido Grupo 5 -y que nos ha dado calurosamente la bienvenida-, donde confluye actualmente la energía de tantos profesionales en este viaje que proseguimos, después de caer y levantarnos tantas veces, quizá con menos brillo en los ojos, pero aún con la ilusión renovada de dedicarnos a una profesión en la que creemos, con la misma vocación de servicio y transformación social.
Pues, como decía el dramaturgo y poeta Bertolt Brecht:
"Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay hombres que luchan un año y son mejores.
Hay hombres que luchan muchos años y son muy buenos.
Y hay, además, hombres que luchan toda la vida:
ésos son los imprescindibles"
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