Como lo prometido es deuda, inicio mi crónica con un resumen del taller que pusimos en práctica el sábado, de la mano de Mauro Bolmida y Mara Merino:
Taller
“Comunicar
estratégicamente en el contexto familiar:
del
lenguaje que genera rechazo al que suscita colaboración entre padres
e hijos.”
Mauro Bolmida (Instituto de Psicologia Avanzada) nos hizo ver la importancia del modo como comunicamos: no es lo que decimos sino cómo lo decimos. Y el cómo lo decimos genera interacciones muy diferentes a partir de una misma situación de partida. Nos aportó algunas orientaciones además de cómo abordar algunas situaciones de conflicto que suelen darse en el ámbito social y educativo.
Mara Merino (Universidad Internacional de Valencia) nos puso un ejemplo práctico de cómo con diferentes modos de comunicar generaba distintas reacciones en el auditorio, y las analizó junto con el resto de los participantes, para a continuación desgranar las fases del método estratégico:
- Definir el problema
- Acordar el objetivo
- Explorar el sistema perceptivo reactivo de nuestro interlocutor
- Analizar los intentos fallidos de solución y sus consecuencias
- Descubrir alternativas para ponerlas en práctica
Y quien esto escribe puso un ejemplo de intervención socioeducativa con una familia:
Trabajar
con familias en Servicios Sociales supone trabajar en un contexto
paradójico, pues se trata de un contexto que es al mismo tiempo de
control y ayuda. Para las familias los Servicios Sociales son el
lugar donde uno va a pedir ayuda, normalmente económica, pero es
también la institución que puede quitarle a uno a los hijos si
considera que somos maltratadores o negligentes. Para los
profesionales, en cambio, es el lugar donde a menudo uno intenta
ayudar a gente que no siempre se deja ayudar.
Por
ello, resulta esencial cuidar nuestro modo de comunicar para que
facilite la construcción de una buena relación de ayuda en lugar de
generar incomprensión y rechazo.
Del
mismo modo que si yo quiero guiar por teléfono a alguien
desorientado que ha quedado conmigo, necesitaré que me diga cuáles
son sus puntos de referencia (qué es lo que está viendo, qué hay
delante o detrás de él, a izquierda o derecha... ) para hacer que
coincidan con los míos y poder darle indicaciones útiles para que
llegue a encontrame, así también con las familias a las que
pretendemos ayudar debemos preguntarles antes que nada cómo ven su
situación. Con demasiada frecuencia los profesionales (educadores,
trabajadores sociales) olvidamos que si bien somo expertos en el mapa
(conocemos recursos a los que pueden acudir, podemos hacer un
diagnóstico de la interacción familiar, ofrecer posibles
soluciones...) las familias son las conocedoras del territorio (sus
problemas, sus recursos personales, sus intentos de solución) y
quienes habrán de seguirlo transitando sin nosotros.
Si
por ejemplo una madre me dice que su hijo adolescente es un vago y me
cuenta que la otra tarde al llegar del trabajo se encontró la cocina
hecha un asco y le mandó recoger pero él no levantó los ojos del
televisor, que ella le gritó y reprochó y él contestó de malos
modos que lo dejase en paz, y que entonces ella le gritó aún más y
lo zarandeó, a lo que el chico contestó empujándola y tirando los
platos al suelo; en tal caso no puedo decirle que debió ser más
asertiva y usar un estilo de comunicación menos agresivo para
imponer su autoridad, porque lo mejor que puede contestarme ella es
que no la estoy entendiendo y que no me hago cargo de lo que está
pasando con su hijo.
Si
en cambio, exploro conjuntamente con ella el problema y le voy
preguntando cómo funciona el problema, a qué lo atribuye y qué
cosas hace para intentar resolverlo, si indago cómo se siente y cuál
es la reacción que provoca su modo de actuar y cuáles son sus
efectos, si aquello le ayuda a mejorar las cosas o por el contrario
las empeora, ella se siente comprendida y puedo ayudarla a considerar
un punto de vista más amplio o distinto y juntos podemos generar
soluciones alternativas.
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