Es verdad que trabajar en Servicios Sociales es muy frustrante y costoso, por el contacto con el sufrimiento ajeno y las dificultades de las personas para salir de situaciones muy complicadas, las cortapisas de estructuras demasiado rígidas (las personas a menudo aún deben adaptarse a los recursos en lugar de los recursos a las personas), la situación laboral con frecuencia precaria de los profesionales que prestan servicios públicos externalizados...
Pero también es muy cómodo, y muy poco exigente en términos de eficacia, porque trabajamos con gente que está muy mal (etiquetada como crónica, multiproblemática, dependiente...) y sobre quien recae el peso de la prueba ante la falta de resultados: "no tienen motivación", "no quieren cambiar"...
¿Cuál es nuestro nivel de exigencia?
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