Una ventana al mundo de la Educación Social. Un espacio para la reflexión, personal y profesional, en una profesión donde se hace mucho pero poco se refleja por escrito. Un espacio para la formación, con el ánimo de compartir lo aprendido en estos años de andadura y abrir juntos nuevos senderos. También para las lecturas, relacionadas directamente o no con la intervención educativa y social.
Con otra mirada...
Con este blog quisiera abrir una ventana desde donde podáis asomaros al horizonte que se alcanza a ver desde aquí.
Habrá un espacio para la reflexión, personal y profesional, en una profesión donde se hace mucho pero poco se refleja por escrito. Habrá un espacio para la formación, con el ánimo de compartir lo aprendido en estos años de andadura y abrir juntos nuevos senderos. También para las lecturas, relacionadas directamente o no con la intervención educativa y social.
Pero sobre todo será un lugar privilegiado para compartir encuentros y experiencias en esta tarea apasionante de mejorar el mundo siendo mejores en el oficio de ayudar a otros a mejorar sus vidas.
12 de febrero de 2012
Pío, pío... que yo no he sido.
Hace unos días me coordinaba con la escuela infantil donde acude la hija menor de una familia en intervención. La directora me reprochaba que los Servicios Sociales desperdiciasen una plaza con esta familia e incluso un educador, para a continuación recomendarme que la metiese en vereda. ¿Cuántas veces no hemos oído el mismo discurso o parecido?
La escuela detecta un problema con un alumno (mala conducta, absentismo...) e informa a la familia, a menudo juzgando y culpabilizando. La familia se pone entonces a la defensiva, justificándose. La escuela culpa a la familia, y la familia culpa a la escuela. Entonces intervienen los Servicios Sociales, con frecuencia también juzgando... y repartiendo culpas. El educador se convierte en un especie de mensajero que trata de mediar entre todos ellos, recibiendo explicaciones, disculpas, acusaciones y encargos de todos ellos.
Y el uno por el otro, la casa sin barrer. Si queremos evitar ser el enésimo salvador destinado a fracaso, o jugar una partida inútil entre profesionales y familia donde nos vamos echando la pelota de unos a otros, es preciso crear un objetivo común y descartar lo que se lleva intentando hacer, sin éxito, para resolver el problema. En estas ocasiones resulta útil crear un enemigo común frente al que aunar esfuerzos: el empeoramiento o reiteración del problema, usando la técnica del “cómo empeorar” (BALBI, BOGGIANI, DOLCI y RINALDI, 2009, Adolescenti violenti, Milano, Ponte Alle Grazie )
¿Somos capaces de sintonizar, no sólo con las familias, sino también con los demás profesionales que intervienen con las familias? ¿De acordar objetivos comunes? ¿De buscar, no ya culpables, sino soluciones?
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