Los educadores de los Servicios Sociales municipales trabajamos con menores de familias con bajo nivel socioeconómico y cultural, que presentan dificultades de integración escolar y /o conductas de riesgo y conflicto social (consumos abusivos, pequeños delitos...), familias desestructuradas y familias inmigrantes.
Nuestras actuaciones pretenden potenciar los recursos personales de los menores, favorecer su acceso a los recursos comunitarios, entrenarles en habilidades sociales, mediar con sus familias en la resolución de conflictos, orientarles en cuestiones de formación , salud, sexualidad o acceso al mundo laboral , y proporcionar pautas educativas a sus familias, constituidas muy a menudo por mujeres solas (establecimiento de normas y límites, apertura de cauces de comunicación, reparto equilibrado de las tareas domésticas, etc...), así como facilitar la comunicación con la escuela y con los Servicios Sociales. Esta intervención se realiza, como es lógico, en coordinación con los diferentes recursos del distrito, ya sean sanitarios, educativos, deportivos,de ocio u otros.
Normalmente los menores o familias con los que trabajamos nos vienen derivados a través de las responsables del Programa de Prevención y Familia, a propuesta de alguna de las trabajadoras sociales de Zona, que ya estaban trabajando previamente con la familia, aunque también hay otras vías de derivación, como son los colegios e institutos, las asociaciones que trabajan con infancia y juventud, la Fiscalía de Menores, o los propios educadores cuando detectamos situaciones de riesgo a través del trabajo de calle.
¿Por qué hacemos educación intercultural? La respuesta a una realidad multicultural.
En los últimos años España -frontera de Europa con África y también con América- viene experimentando una serie de transformaciones sociales, económicas y demográficas, que han de encuadrarse en el marco más amplio de las relaciones Norte- Sur , y de la tan traída y tan llevada globalización, que están dando lugar a una compleja y desigual realidad multicultural, una realidad que multiplica las posibilidades de encuentro pero también los conflictos.
En este sentido, cabe señalar que cerca de un 40 % de las personas con las que intervenimos los educadores desde los Servicios Sociales son de origen extranjero y extracomunitario, de ahí la necesidad de un abordaje desde la interculturalidad.
Principios que orientan la intervención.
Los conflictos multiculturales que se dan en sociedades como la nuestra son conflictos fundamentalmente sociales. No es el hecho de pertenecer a culturas diferentes lo que provoca la existencia de estos conflictos, sino las situaciones de pobreza, marginación y exclusión en que se encuentran personas de diferentes culturas.
Por eso nuestra intervención no pretende centrarse -como tantas veces se hace- en la diferencia y en la cultura (aunque la diferencia sea maravillosa, y además nos permite montar estupendas fiestas interculturales donde disfrutamos de música y comida de diferentes países) sino en la igualdad y en el individuo (igualdad de derechos, de inquietudes, de situaciones, de recursos, de oportunidades), así como en la regulación de los conflictos.
Para haber llegado a poder apreciar lo accesorio (la diferencia) antes hemos alcanzado a tener claro lo esencial (la igualdad de raíz que nos hermana como seres humanos), y es en ese orden como nos planteamos trabajar con los jóvenes con los que intervenimos; de lo contrario corremos el riesgo de exacerbar las diferencias e idealizar las culturas al proponer como normativo un modelo de convivencia idílico -que da por supuesto ese respeto al individuo por el hecho mismo de ser persona- y que contrasta vivamente con su experiencia de una convivencia conflictiva, donde los prejuicios sobre el otro suelen estar muy marcados.
Por poner un ejemplo: si el pequeño Omar, con sus diez años, me cuenta que no tiene amigos y que hay niños que se meten con él porque es árabe, yo tengo que hacerle entender que el problema no es que él sea marroquí, porque si nos quedamos ahí su problema no tiene solución: él es marroquí y no puede dejar de serlo. Tengo que explicarle que su problema no es ése: porque hay niños marroquíes en su colegio que tienen amigos y se encuentran a gusto, y hay niños españoles a los que les cuesta hacer amigos y también se meten con ellos. Su problema entonces es que no consigue defender sus derechos de manera adecuada y que tiene dificultades para hacer amigos. De esta manera puedo proponerle estrategias para una mejor comunicación y afirmación de sus derechos, y ponerme a pensar con él en las cosas que puede hacer para conseguir amigos. Puedo ayudarle a resolver su problema.
¿Cómo actuamos? Metodología.
Los procedimientos y actitudes que empleamos más habitualmente en nuestra labor cotidiana como educadores sociales son:
- Aceptación incondicional del otro (que no implica aprobación ni justificación de todo lo que haga: en ocasiones tendremos que manifestar nuestra disconformidad)
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No etiquetar al otro, y ayudar a quitar etiquetas
- Escuchar de forma activa y conocer a la otra persona
- Favorecer la comunicación y el diálogo
- Dar instrumentos de análisis y toma de decisiones
- Hacer pensar: actuar como espejo crítico
- Informar sobre derechos y recursos a los que pueden acceder
- Acompañar:- a recursos (servir de puente a otras instituciones y profesionales)
- en momentos de crisis (y ayudar a vivirlos como oportunidades de crecimiento)
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Detectar y potenciar habilidades y capacidades
- Facilitar el aprendizaje de habilidades proporcionando progresivas experiencias de éxito
- Valorar y reforzar cualquier aspecto o cambio positivos
- Ayudar para ya no ser necesario: fomentar la autonomía
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