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10 de noviembre de 2012

Perfiles del educador


Como es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio, propongo un pequeño ejercicio de autoexamen para revisar y mejorar nuestra propia práctica educativa.

Sabemos que para que una intervención socioeducativa sea eficaz -mucho más importante que la teoría de referencia o el modelo de intervención- es el tipo de interacción que se establece entre el educador y el usuario o cliente.

Se pueden distinguir -un poco irónicamente- estos perfiles de educador:

A) El paternalista. Es el educador cálido y consolador que escucha atentamente y da apoyo emocional (como los amigos y familiares), y si bien hace sentirse comprendido y acogido al usuario, puede también hacerse cómplice de la problemática que pretende aliviar. A menudo sustituye e incapacita a las familias haciendo las cosas por ellas.

B) El confesor. Es el educador que reclama confianza ciega y “contarle todo” de nuestros problemas y dificultades, y aunque en un primer momento pueda servir de desahogo liberador, a la larga provoca una peligrosa dependencia y refuerza el sentimiento de culpa.

C) El amigo de pago. Es el educador amigable y humano que nos hace sentir a gusto y nos da buenos consejos como nos daría cualquier amigo, pero investido por la autoridad de su rol. Funciona un poco como un placebo, perfectamente prescindible si el problema es poco importante y claramente ineficaz si se trata de algo grave.

D) El acomplejado. Es el educador que abusa de su relación de poder con respecto al usuario para buscar en ese ejercicio compensación a sus frustraciones y carencias. Suele ser muy rígido y formal, salvo cuando pretende seducir.

E) El salvador. Es el educador abnegado y disponible las 24 horas del día, tan implicado en los problemas que llega a perder su poder terapéutico o educativo. Apreciado por la mayoría de usuarios, aunque ineficaz en los casos de usuarios chantajistas o cuyo sufrimiento tiende a ablandar al educador. Es el más propenso al burn out.

F) El predicador . Es el educador más atento a adoctrinar al usuario sobre su verdad y hacerle fiel seguidor de sí mismo que a procurar su autonomía. Frecuentemente genera grupos de usuarios con la misma problemática donde el sentido de pertenencia provoca dependencia y dificulta la emancipación.

¿En cuál de ellos me veo reflejado en ocasiones? Creo que es más fácil -como decía al principio- detectarlos en los demás que en uno mismo, pero hacerlo honestamente nos ayuda a mejorar. A mí, al menos, me sirve.
 
Pues el estilo personal del educador influye decisivamente en su práctica educativa, y un buen educador debería ser capaz de adoptar distintos roles en función de las necesidades del usuario o la familia y no rígidamente el mismo rol en función de las propias querencias, limitaciones, manías o rutinas.

Un ciudadano usuario de los Servicios Sociales tiene derecho a recibir de un educador prestaciones socioeducativas concretas y no simples gratificaciones, cálidos consuelos o sugerentes adoctrinamientos, y si su educador adopta de forma rígida uno de estos roles, es el momento de cambiar de profesional.

Pues el rol de educador por sí mismo no libera ni emancipa de los propios problemas de la persona que lo ejercita.

(Adaptado libremente del Manuale di sopravvivenza per psicopazienti de G. Nardone)

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