Ahora que nuestro ministro de Educación, abanderado de la Contrarreforma educativa, anuncia que "como los toros, se crece ante el castigo" me acuerdo de aquello que decía Antonio Machado: "En España, de cada diez cabezas una piensa y nueve embisten". Lástima que después de tantos años la del ministro de Educación sea de las que embisten.
Y para volver al centro de lo que de verdad importa, pues no sólo "corren malos tiempos para la lírica" sino también para la sanidad, la educación, la justicia, los servicios sociales..., y un largo y triste etcétera, quizá convenga recordar lo que por educación entendieron algunas ilustres cabezas -estas sí- pensantes:
- PITÁGORAS: “Educar es templar el alma para las dificultades de la vida”
- PÍNDARO: “Llega a ser el que eres” (Pítica, III, Cátedra, 1988, edición de E. Suárez de la Torre)
- PROTÁGORAS: “Joven, esto es lo que tendrás si estás conmigo: […] cada día irás constantemente avanzando para mejor. (Protágoras, 318a) […] “Yo creo que soy uno de estos, y que aventajo al resto de los hombres en ser de provecho para que alguien evolucione hacia lo bello y lo bueno”(Protágoras, 318a)
- PLATÓN: “Educar es llevar el cuerpo y el alma a toda la perfección de que son capaces” (Las leyes, VII: 1409, Akal, 1988, edición de J.M. Ramos Bolaños)
- PLATÓN: “No emplees, pues la fuerza, mi buen amigo -dije-, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos” (República, 536e-537a)
- ARISTÓTELES: “La educación consiste en dirigir los sentimientos de placer y dolor hacia el orden ético” (Ética, I: 1107-1115, Gredos, 1985, edición de J. Palli Bonet)
- MARCO AURELIO: “Los hombres han nacido los unos para los otros: edúcales o padécelos” (SAVATER, El valor de educar, Ariel, 1997: 6)
- ALFONSO X: “Fazer que los hijos lleguen al acabamiento de ser homes”
- LEONARDO DA VINCI: “Mediocre es el discípulo que no aventaja a su maestro” (Cuadernos, Parragón, 2006)
- MONTAIGNE: “El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que hay que encender” (SAVATER, El valor de educar , Ariel, 1997: 6)
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