El ser humano, a diferencia del resto de los animales (perfectamente acabados en su elástica finitud) es un ser incompleto, imperfecto, y, por tanto, libre.
Los seres humanos somos la especie animal cuyas
crías tienen un periodo más largo de dependencia de los individuos
adultos, lo cual entraña mayores posibilidades de desarrollo (el
lenguaje, la cultura) pero también un periodo de vulnerabilidad más
prolongado.
Esa vulnerabilidad, común a todos nosotros, viene
salvada por la protección que proporcionan la familia (en primer
lugar los padres, que son los primeros responsables de su venida al
mundo) y el resto de adultos de la sociedad.
Como nos recuerda el proverbio africano: "Para educar a un niño, hace falta la tribu entera".
Del nacimiento a la primera infancia, donde el ámbito de crecimiento y desarrollo se centra en la familia y el hogar y el aprendizaje se realiza fundamentalmente a través del juego, pasando por la segunda infancia, donde se produce la socialización en la escuela y se hacen los primeros amigos, hasta la adolescencia, donde el centro de gravedad se desplaza de los adultos al grupo de iguales, y a la exploración de la propia autonomía fuera del hogar, incluyendo la sexualidad, y finalmente la juventud, con el acceso al mundo laboral y familiar.
Pero en el juego de la vida no todos juegan con las mismas cartas: algunos comienzan el juego ya con las mejores cartas, y no sólo modifican las reglas a su antojo, sino que encima hacen trampas todavía.
Bien lo sabe el multimillonario Warren Buffett, cuando afirma que la lucha de clases existe, y que es una guerra donde los ricos están ganando frente a los pobres.
Podemos dar por hecho que es así y resignarnos (o aun culpar al que no alcanza el "éxito" por su falta de esfuerzo o ambición), podemos echar la culpa al otro y diferente (póngase aquí "los inmigrantes" -vagos, violadores, terroristas-, o "las élites" -aprovechados, corruptos, inmorales-...como hacen los demagogos de izquierda y de derecha excitando las pasiones del miedo y el odio y atizando el victimismo para presentarse como salvadores con el solo objeto de alcanzar el poder y hacer su lucro), podemos cambiar las reglas y repartir mejor las cartas (objetivo de la política en democracia), y podemos además mejorar el juego de quienes comienzan en peores condiciones de partida, empoderarles para que saquen el mejor partido posible a sus cartas, accedan a aquellas de las que estaban excluidos y conozcan y puedan hacer respetar las reglas (papel de la educación social y el trabajo social, en la acción conjunta de administración pública e iniciativa social).
Pero en el juego de la vida no todos juegan con las mismas cartas: algunos comienzan el juego ya con las mejores cartas, y no sólo modifican las reglas a su antojo, sino que encima hacen trampas todavía.
Bien lo sabe el multimillonario Warren Buffett, cuando afirma que la lucha de clases existe, y que es una guerra donde los ricos están ganando frente a los pobres.
Podemos dar por hecho que es así y resignarnos (o aun culpar al que no alcanza el "éxito" por su falta de esfuerzo o ambición), podemos echar la culpa al otro y diferente (póngase aquí "los inmigrantes" -vagos, violadores, terroristas-, o "las élites" -aprovechados, corruptos, inmorales-...como hacen los demagogos de izquierda y de derecha excitando las pasiones del miedo y el odio y atizando el victimismo para presentarse como salvadores con el solo objeto de alcanzar el poder y hacer su lucro), podemos cambiar las reglas y repartir mejor las cartas (objetivo de la política en democracia), y podemos además mejorar el juego de quienes comienzan en peores condiciones de partida, empoderarles para que saquen el mejor partido posible a sus cartas, accedan a aquellas de las que estaban excluidos y conozcan y puedan hacer respetar las reglas (papel de la educación social y el trabajo social, en la acción conjunta de administración pública e iniciativa social).
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