Del Congreso de Educación Social de Sevilla del año pasado me vienen dos imágenes:
Una de la Benny Andersen proclamando que se levanta por las mañanas y se mira al espejo pensando "Tengo la mejor profesión del mundo", y la otra, la clamorosa ovación a Marco Marchioni tras su intervención final, en la que nos invitaba a salir de la queja, y a librar una batalla compartida junto a todas las demás profesiones de lo social contra el uso asistencial de los servicios sociales, esforzándonos por ser útiles a los más vulnerables, promoviendo la igualdad de condiciones desde la primera infancia y apoyando en primer lugar a la escuela, pues "no es tolerable una sociedad desigual desde los primeros años de vida" y se ponía a nuestra disposición.
Esta semana se publica el número 24 de la Revista de Educación Social, donde se recogen todas las aportaciones (ponencias, comunicaciones, talleres, mesas redondas) de las más de 600 personas que nos reunimos allí, entre ellas mis compañeros de Grupo 5 (Cruz, Álvaro, Javi y Dani) como también la representación del CPEESM (Yolanda, Luis, Roberto, Leticia).
Como tuve ocasión de participar entonces con una reflexión acerca de la utilidad del coaching estratégico como herramienta para promover la parentalidad positiva:
"El
empleo de las técnicas de coaching estratégico por parte de las
educadoras y educadores sociales constituye una praxis innovadora que
puede contribuir de modo significativo a las buenas prácticas
profesionales para el apoyo a la parentalidad positiva en la
intervención con familias y menores en riesgo que se llevan a cabo
desde los servicios sociales.
Se
trata de una herramienta flexible, potente y eficaz a la hora de
construir una relación de ayuda consensuada y dinamizadora de
procesos de cambio, en contextos donde esto a menudo resulta difícil,
instrumento técnico adecuado por su coherencia con los principios de
la profesión al tiempo que respetuoso con las necesidades y los
derechos de los menores y sus familias".