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25 de agosto de 2013

Lecturas de verano: Todo lo que era sólido.



Con la claridad y precisión que en él es costumbre, Antonio Muñoz Molina nos invita a acompañarle -sin anteojeras ideológicas- en un viaje en el tiempo a nuestra historia más reciente, la de sólo hace unos años, para intentar comprender cómo hemos llegado a la crisis actual y qué podemos hacer.

Pone de manifiesto la necesidad de defender lo que un día dimos por supuesto (democracia, servicios públicos, sanidad, educación...) y sólo puede defenderse con el esfuerzo cívico cotidiano de toda una sociedad.

Porque hoy más que nunca conviene recordar la importancia de cada pequeño gesto, desde dar las gracias o los buenos días, evitar tirar un papel al suelo o pagar los impuestos con los que se pagan los servicios públicos, hacer lo mejor posible el propio trabajo o cumplir con nuestras obligaciones cotidianas (para con nosotros y para con los demás) que son, más allá de palabras altisonantes, las que sostienen una sociedad, frente a la ideología dominante que pretenden inocularnos del "sálvese quien pueda", "cada cual a lo suyo", "barra libre para los poderosos y alguna migaja caerá para el resto". Educación cívica y ciudadanía comprometida vs. casinos tipo Las Vegas.

El futuro se presenta francamente complicado, pero empieza hoy, y depende de nosotros. No nos dejemos engañar: no somos simples marionetas (a otros conviene que lo creamos y, por ello, lo seamos).

Como dijo Antonio Machado:
                                                Caminante, no hay camino
                                                 se hace camino al andar.



15 de agosto de 2013

Educación de calle, 3


El educador especializado de calle
es una mezcla de científico y de poeta,
aunque pueda parecer sólo un profesional práctico
que va resolviendo conflictos sobre la marcha”

Faustino Guerau



Hablaremos hoy de metodología. ¿Cómo se hace educación de calle?

La metodología de la educación de calle ha ido evolucionando en nuestro país a medida que lo hacía la propia figura profesional (educador especializado en marginación o educador de calle en un primer momento y más tarde educador social cuando la titulación universitaria pasó a englobar en una sola las figuras del educador especializado, el animador sociocultural y el educador de adultos), reflejando también a su vez el vaivén de las políticas públicas de servicios sociales y protección de la infancia.

Así, en una sesión de supervisión grupal entre educadores del servicio de educación social del municipio de Madrid en 2001 sale a relucir esta problemática:

Definimos en primer lugar el trabajo de calle como aquél que se realiza desde el punto de vista del chaval, a partir de nuestro acercamiento a su entorno. Es un trabajo transversal a los diferentes ámbitos de intervención (familiar, individual, grupal y comunitario) que ha perdido su lugar con el nuevo modelo y no puede reflejarse adecuadamente en los registros. La figura única del educador social, que sustituye a las de calle y familia, obliga a abarcarlo todo (en un esfuerzo infructuoso, porque ninguno somos superhombres ni supermujeres) o a especializarse de nuevo, sin que quede clara la equivalencia : educador de calle + educador de familia = educador social (individual +familia).

En los casos en que antes intervenían un educador de calle (con el chico) y otro de familia (con su familia), ahora se ha pasado a dos educadores sociales trabajando el uno en el ámbito individual y el otro en el familiar (como se hace en los distritos de Usera o Centro) o a uno solo trabajando con toda la familia (en los distritos donde lo anterior no se permite).

Ha ido cambiando el planteamiento del trabajo de calle, pasándose de trabajar en la calle con los chavales a sacarlos de la calle para meterlos en otro sitio. De esta manera, el trabajo de calle pierde su especificidad, convirtiendo la presencia educativa en la calle en una excusa para cubrir deficiencias y ocupar el lugar de otras instituciones (fundamentalmente la escuela) captando a los chicos para realizar actividades en otros ámbitos o preparando el terreno y conociendo a chicos que más tarde acabarán pasando por Servicios Sociales.



Esto se traduce en una pérdida de estilo, de la propia manera de actuar (dejo de ir a su lugar para meterlo en el mío), que lleva aparejada la pérdida de técnicas de calle porque no se utilizan (técnicas aprendidas a través del boca a boca y lecturas, puesto que en ningún sitio te enseñan a hacer trabajo de calle: aprendes si quieres). Se repiten los mismos esquemas de la escuela y los propios chavales nos identifican con ella. Se plantea también el dilema de trabajar a demanda o llevar la iniciativa, puesto que el trabajo de calle depende en gran medida del talante del propio educador, tanto o más que de la institución para la que trabaja.

Este deterioro se atribuye a los planteamientos políticos que rigen ahora mismo la intervención desde los Servicios Sociales y a la definición que se hace de los problemas sociales (la cual determina si la intervención que procede es educativa, o social, o policial...). Se deja de hacer calle por falta de tiempo, porque se nos exigen otras tareas que lo dificultan, pero también porque resulta más cómodo, y surge el interrogante de abandonar el trabajo directo por el trabajo en red, es decir, de formar o asesorar a otros -ya sean profesionales o voluntarios- para que hagan lo que nosotros ya no queremos hacer. Se señala entonces el paralelo con la evolución histórica de la figura del trabajador social y su paulatina burocratización.”

En la Guía internacional sobre la metodología de la educación de calle en el mundo (2008), que recoge la reflexión de varios grupos de educadores de calle en los cinco continentes, se establecen como principios:

  • Ser accesibles para los niños, jóvenes y adultos en condiciones de mayor precariedad y exclusión
  • Construir relaciones de confianza desde la aceptación y el respeto
  • Privilegiar el acompañamiento sobre la institucionalización
  • Favorecer la autoestima, desarrollar de las capacidades personales y suscitar la participación en la vida social. (2008:12)


Objetivos de la educación de calle serían:

  • Ir al encuentro de los menores en los lugares donde están.
  • Ofrecerles la relación de ayuda con un adulto, que puedan aceptar de manera libre y en confianza, así como un acompañamiento a largo plazo.
  • Realizar un acercamiento global a la persona, sin limitarse a los síntomas (violencia, delincuencia, consumo de sustancias tóxicas...)
  • Proponer acciones diversificadas, tanto a nivel individual como a nivel de grupo.
  • Desarrollar mediaciones entre los menores y su entorno, así como entre las diferentes partes presentes en la calle y las instituciones.
  • Prevenir la exclusión desde una lógica educativa y emancipadora (2008:14)



La libre adhesión del joven a este ofrecimiento de relación y de acompañamiento educativo del educador tiene sus fundamentos en la libertad que tiene el joven de descubrirse a sí mismo en función de la relación de confianza que entablará con el adulto educador.


En esta aventura, el educador de calle desarrolla una visión global de la personalidad del joven así como un conocimiento que privilegia sus capacidades y sus riquezas, más que su historia hecha de debilidades y dificultades.