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14 de julio de 2013

La ciudad de los niños



La ciudad se convierte en educadora a partir de la necesidad de educar, de
aprender, de imaginar... siendo educadora, la ciudad es a su vez educada.
Una buena parte de su labor educadora está ligada a nuestro
posicionamiento político, y obviamente, a cómo ejercemos el poder
en la ciudad, a cómo la utopía y el sueño que impregnan nuestra
política en el servicio a aquello y aquellos a quienes servimos”
Paulo Freire





Ya el Informe Faure hacía referencia en 1972 al concepto de “ciudad educativa”, en el marco de la educación permanente. Pero será en la década posterior cuando se desarrolle la idea de ciudad educadora, que desemboca en 1990 en Barcelona en el I Congreso Internacional de Ciudades Educadoras y en el manifiesto de la Carta de las ciudades educadoras, que pretende aprovechar toda la riqueza y posibilidades educativas de las ciudades desde un enfoque integrado y global.

Del análisis de los distintos ámbitos de la educación no formal se desprende una diferenciación entre:
  • el mundo del trabajo (formación profesional, formación para el empleo, formación ocupacional...)
  • el ocio y la cultura (el tiempo libre, la pedagogía del ocio, la animación sociocultural...)
  • la educación social (en centros de acogida, centros abiertos, instituciones penitenciarias, educadores de calle...)
  • la escuela (con actividades que amplían el curriculum oficial, como las actividades extraescolares, de aprendizaje-servicio....)

Todo ello tiene lugar en la ciudad. Sin embargo, desde un enfoque integrado, el de la ciudad educadora, podemos apreciar al menos tres dimensiones educativas de la ciudad donde se entremezclan la educación formal, no formal e informal:

  • Aprender en la ciudad: la ciudad como conjunto de recursos educativos.
La ciudad ofrece una serie de recursos para aprender:
  1. Instituciones propiamente educativas (la red escolar, pero también instituciones de tiempo libre, animación sociocultural, educación de adultos...)
  2. Equipamientos cívicos (centros culturales, museos, bibliotecas, asociaciones culturales y vecinales...)
  3. Acontecimientos ocasionales (exposiciones, congresos, jornadas, campañas...)
  4. Espacios, encuentros y vivencias espontáneos (la educación informal que se produce en la vida cotidiana) (TRILLA: 2004: 30-31)

  • Aprender de la ciudad: la ciudad como agente educativo.
La ciudad y concretamente la calle -por referirnos a uno de sus elementos más emblemáticos- es, como tantas veces se ha dicho, una escuela de vida” (TRILLA: 2004: 35)
Pero en la calle hay de todo: bueno y malo. Contiene un “curriculum oculto” de educación informal riquísimo pero ambivalente. La calle educa, pero también maleduca: en la calle se puede aprender espontáneamente cultura, civismo y solidaridad, pero también consumismo, agresividad, marginación e indiferencia. (TRILLA: 2004: 36)

  • Aprender la ciudad: la ciudad como contenido educativo.
Aquí se pone de manifiesto las grandes desigualdades sociales en la experiencia que los niños tienen de la ciudad: los niños más protegidos y con mayores posibilidades educativas, de clase media y alta, y los niños de las clases populares, con menores posibilidades educativas y mayor riesgo social: “a los que les sobra calle les faltan instituciones educativas y recursos de mediación cultural; y a los que les sobran éstos les falta calle” (TRILLA: 2004: 39-40).
Por ello, “facilitar el aprendizaje de la ciudad debería consistir en ampliar la experiencia directa del medio y, a la vez, en posibilitar la elaboración de esta experiencia”. (TRILLA: 2004: 40)





Pero hoy en día se sigue considerando al niño no en cuanto tal, sino como adulto en potencia. Las ciudades no están pensadas para los niños, se han convertido en un lugar peligroso donde los niños no pueden experimentar en libertad. “Una vez tuvimos miedo del bosque: hoy tenemos miedo de la ciudad” (TONUCCI: 1998). De ahí la propuesta de “Ciudad de los niños”, dirigida por este pedagogo italiano en la ciudad de Fano, que propone repensar la ciudad tomando al niño como parámetro, con el objetivo de que los niños puedan nuevamente salir solos de casa, lo cual requiere:

  • Renegociar la relación de poder y fuerza entre el automóvil y el ciudadano, especialmente el niño.
  • Ayudar a los adultos a comprender que los niños tienen necesidad de salir.
  • Encontrar y formar nuevos aliados de los niños (policías municipales, ancianos, comerciantes....)





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