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27 de julio de 2013

Educación de calle, 2






Si la semana pasada hablábamos de la educación de calle como concepto (o de intervención socioeducativa en medio abierto, si queremos darnos aires de tecnicismo en la jerga pseudopedagógica al uso), hoy echaremos un vistazo a algunas experiencias concretas, deteniendo la mirada en los pioneros de la educación de calle en nuestro país.


En España, la primera experiencia de educación de calle echa a andar en 1968 en la barriada General Yagüe de Logroño con el movimiento Pioneros, impulsado por Julián Rezola tras su regreso de París, adonde había emigrado y donde había conocido asociaciones que trabajaban con los jóvenes delincuentes y marginados:

Las opiniones de los propios educadores de calle (…) consideran que es a través de la experiencia Pioneros cuando por primera vez, se desarrolla una tarea educativa directa, no institucional, que tiene como contexto natural el medio propio de los jóvenes marginados e inadaptados, o sea, el barrio, o más concretamente la calle. La experiencia Pioneros de hecho genera la profesión de educador de calle”(COLOM: 1987).



Al poco tiempo, Toni Julià, que se había formado como educador especializado en Francia (donde ya existía esta figura), crea el Centro de Formación de Educadores Especializados de Barcelona, que abre sus puertas en 1970, con la intención de contribuir a la práctica reflexiva de aquellos profesionales que sin la formación adecuada, ya se encontraban trabajando en instituciones diversas. (CERCÓS: 2011) Le dará el relevo como director Faustino Guerau, quien publica años más tarde la primera reflexión teórica sobre el educador de calle, donde destaca la importancia de la mediación educativa a partir de la los problemas de la realidad cotidiana: “Las mediaciones son realidades concretas situadas entre el educador y el educando, que dan consistencia, objetividad y realismo al diálogo implicado que se establece entre ambos, en la convivencia cotidiana”. (GUERAU y TRESCENTS: 1987).


Otras experiencias surgen a raíz de proyectos de educación compensatoria, como la de la Asociación Cultural La Kalle (ARQUERO: 1995), que se inicia en 1984 en el madrileño barrio de Vallecas, con el propósito de contribuir a la promoción e inserción social de menores en situación de riesgo social. La práctica desde un proyecto educativo, y la reflexión sobre dicha práctica, van configurando un modelo de intervención en marginación juvenil :



  • A partir de la experiencia cotidiana: el barrio como recurso educativo.
  • La inserción social como toma de conciencia crítica.
  • Desde un enfoque comunitario: con la participación de las personas interesadas y atendiendo a su ritmo y necesidades.

Este modelo requiere de unas educadoras y educadores:

  • conocedores del barrio
  • cercanos a los jóvenes
  • promotores del crecimiento personal y grupal de los adolescentes
  • mediadores entre los jóvenes y la comunidad
  • agentes de sensibilización sobre los problemas de la marginalidad
  • atentos a las personas y colectivos más vulnerables
  • capaces de trabajar en equipo
  • en coordinación con otros profesionales, asociaciones y entidades del entorno

La evaluación de proyectos continuados en el tiempo, como los equipos de educadores de calle de Cáritas en Málaga, permite extraer conclusiones sobre su eficacia a la hora de prevenir situaciones de riesgo social en la infancia y adolescencia, y medir sus efectos en la población destinataria, en términos de:

  • Activación de procesos de autonomía personal, mejora de la autoestima y desarrollo de habilidades sociales
  • Mejora del entorno relacional de los jóvenes (con su familia, con el grupo de iguales, en el barrio) (OÑA: 2011)
Educación de calle_una experiencia de trabajo con jóvenes



Y para leer algo más del tema, la Revista de Educación Social acaba de sacar su último número monográfico: " Rescatando la historia y las historias de la educación social"

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