Una ventana al mundo de la Educación Social.
Un espacio para la reflexión, personal y profesional, en una profesión donde se hace mucho pero poco se refleja por escrito.
Un espacio para la formación, con el ánimo de compartir lo aprendido en estos años de andadura y abrir juntos nuevos senderos. También para las lecturas, relacionadas directamente o no con la intervención educativa y social.
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26 de agosto de 2012
Lecturas de verano, 2
El
señor Klingsor es un maestro. Ni muy alto ni muy bajo, ni muy gordo
ni muy flaco. Pero con unos alegres ojos castaños. Y además, sabe
hacer magia.
Cuando
el pequeño Franz se incorpora a la escuela y nadie quiere sentarse
con él porque es extranjero y no se puede hablar con él porque no
entiende nada, el señor Klingsor lo tranquiliza diciendo: “No te
preocupes, Franz. Ya se me ocurrirá algo” Y esa misma noche todos
los niños de su clase sueñan que llegan a una escuela de un país
desconocido cuya lengua ignoran y se encuentran con el rechazo de sus
nuevos compañeros. A la mañana siguiente todos tratan a Franz con
mucho cariño. En poco tiempo aprende el idioma y pasa a ser un
compañero más.
Cuando
a Steffi la pelirroja, a la que todos sonríen y dicen que es la niña
más pecosa del mundo, se le mete en la cabeza que una niña con
tantas pecas nunca encontrará marido, el señor Klingsor le da un
jabón mágico que borra las pecas. Pero entonces ya nadie la
encuentra tan divertida ni le dice las mismas cosas simpáticas de
antes, y pide al maestro que vuelva a ayudarla. Entonces le da un
lápiz mágico con el que vuelve a pintarse sus pecas.
Cuando
el pequeño Jan, que es un niño malo, logra sacar de sus casillas al
señor Effenberger y éste acude, desesperado, a su colega, el señor
Klingsor murmura unas palabras que consiguen un mágico e inesperado
efecto...en el señor Effenberger. Quien a partir de entonces se ríe
de las travesuras de Jan sin que este vuelva nunca a hacerle perder
la calma. Después de tres o cuatro semanas el pequeño Jan también
ha cambiado y deja de hacer travesuras, porque portarse mal ha dejado
de ser divertido.
El
gran Otfried Preussler, autor de literatura infantil y creador de
esta historia, nos recuerda que “todos los maestros, que quieran
ser buenos maestros, tienen que saber hacer magia. Cada uno en su
estilo, unos de una manera y otros de otra”.
¿Vale
lo mismo para la educación, el trabajo social, la terapia? ¿Cómo
cada cuál somos capaces de ver el lado bueno de las personas y darle
la vuelta a las situaciones complicadas? ¿Cuál es nuestra magia?
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