Se nos ha ido Mingote, español universal.
Si el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra, y como decía Machado hace no tanto: "En España, de cada diez cabezas una piensa y nueve embisten", hay hombres en cambio que rompen muros y abren espacios de libertad a partir de la mirada atenta para la risa y lo inesperado, desde la humildad y el talento.
Como Antonio Mingote, estas personas nos hacen más libres y entre sonrisa y sonrisa nos aportan la inspiración para iluminar lo gris, deshacer prejuicios y ser más creativos.
Decía Gregory Bateson que "El excesivo rigor es la muerte por asfixia, pero que la sola creatividad es pura locura". El arte en estado de gracia de Mingote nos puede servir de espejo en nuestra profesión para calibrar si los prejuicios ideológicos y la rutina mecanizan y deshumanizan nuestro arte de educar y ayudar a mejorar a otros, si la ciega espontaneidad no esconde a veces una falta de reflexión y autoexigencia. O si si el esfuerzo consciente por navegar entre ambos escollos nos hace mejores y más libres, nos lleva a aprender de nuestros propios errores.
Gracias, maestro, por regalarnos tu arte durante tantos años.
Disculpa si abuso de tu riqueza para reflexionar en voz alta sobre mi propio oficio.