Páginas

29 de enero de 2012

Con la mejor intención

                                             “Con la mejor intención se obtienen,
                                                             a veces, los peores efectos”
                                                                                    O. WILDE
 
Cuando intervenimos con alguna familia, habitualmente recibimos la versión de uno de los progenitores (o de los dos, cuando los hay), con frecuencia precedida por la opinión o el diagnóstico, e incluso el pronóstico, del profesional que nos deriva o presenta el caso.

En función de la información recibida solemos consensuar -más o menos-los objetivos de intervención con la familia, según nuestro estilo profesional y/o la gravedad del caso (cuanto más grave valoremos la situación menos tendemos al consenso y más a la prescripción directiva).

Pero no siempre exploramos conjuntamente con las familias cómo perciben el funcionamiento de sus propios problemas y a veces nos cuesta ver cómo perciben los menores de dichas familias el problema que con frecuencia se identifica con sus pequeñas (y no tan pequeñas) personas.

Este libro de Marisol Ampudia, terapeuta formada en el modelo estratégico, constituye una excelente aproximación a ese punto de vista de los niños y adolescentes acerca de cómo perciben sus problemas, y también puede servir de introducción al enfoque de la terapia breve estratégica y sus aplicaciones en la educación social: considera el modo en que construimos -con la mejor intención- los problemas que luego sufrimos, y nos proporciona algunas claves para resolverlos en tiempo breve del modo más natural y menos forzado posible.

Pues conviene recordar que, si no tenemos la varita mágica para solucionar los problemas de las familias, al menos debemos tratar de no perjudicarlas con nuestra propia intervención y sí, libres en la medida posible de nuestras etiquetas y prejuicios, ver con sus ojos para después poder ampliar su mirada y potenciar sus propios recursos para resolver los problemas.

2 de enero de 2012

El hombre que plantaba árboles

Es hora de recortes y austeridad (Merkel dixit), y de subir impuestos (Rajoy non dixit pero ahora sí toca: "donde dije digo, digo Diego" ) y Hacienda somos todos, pero unos pagan y otros no (y mientras tanto los directivos de los bancos se resisten a hacer públicas sus millonarias retribuciones).

"Corren malos tiempos para la lírica"  decía BERTOLT BRECHT en su poema ... y para lo social pues ya lo vemos. Aprovecho para saludar a los compañeros y compañeras (Alberto, Javier, Laura, Begoña, Gema, Esther, Mara...) que estrenan el año en el paro.

Y me ha venido a la mente la historia de El hombre que plantaba árboles, de Jean Gionò. Es un librito de muy pocas páginas, editado por Olañeta, y cuenta la historia de un viejo que va plantando árboles día a día durante años, inasequible al desaliento, en medio de la desolación, hasta hacer crecer un bosque donde no había nada. En momentos como éste, sirve de inspiración.

Parece que somos invisibles, que trabajamos en la promoción de personas que también son invisibles, y que nuestro trabajo es invisible, y por tanto sin valor. Pero no. Poquito a poco. Con determinación. Sin desmayo. Va dando frutos, que importan por lo que son. Y que acaban por verse. Y se multiplican. Pero no vale llorar, quejarse, echar la culpa a otros. Vale seguir luchando. No tirar la toalla. Y merece la pena.

Para quien prefiera verlo en un corto de animación inspirado en el libro, dejo aquí el enlace:


Ver vídeo